Entré a hacer parte de la familia Corales de Paz con el propósito de realizar unos programas educativos de diferentes niveles de inmersión en el mundo de restauración coralina para voluntarios, y para ello he sido mi propio conejillo de indias.

Por supuesto no podía armar un programa sin conocer el proceso, así que he ido viviendo paso a paso el mismo que quiero que los voluntarios del programa vivan también. Ya voy a completar casi un mes en San Andrés, viviendo en carne propia el proyecto “Más Grande Más Efectivo” en el archipiélago y es de las experiencias más gratificantes y más bonitas que he vivido. Teniendo en cuenta que siempre he sido una enamorada de la isla, tener la oportunidad de trabajar por ella ha sido maravilloso.

El primer nivel de los programas educativos a instaurar consta de un día para aprender sobre corales, observar las guarderías y ver al equipo en acción y pues así mismo transcurrió mi primer día, mucha observación y mucho aprendizaje. Luego, con un poco más de experiencia comencé a ayudar en tareas sencillas, amarre aquí, sostenga allá, cosas básicas, pero al estar bajo el agua y ser parte de una labor tan bien articulada, ¡Se siente uno importantísimo! Hoy en día ya he tenido la oportunidad de colectar fragmentos de coral y sembrarlos, es decir, pegarlos a una cuerda que luego se amarra en las guarderías.

Próximamente realizaremos los trasplantes de los fragmentos de la etapa de siembra anterior y viajaremos a vivir el mismo proceso en Providencia. Básicamente eso que he vivido y lo que me hace falta es el proceso que quiero compartir con los voluntarios y practicantes para que aprendan y se la gocen como lo he hecho yo.